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Columnas de Opinión

Rancagua, ciudad al margen

JUEVES, 30 DE JULIO DE 2020


La semana pasada muchos festinaron con una columna titulada “Rancagua, ciudad ejemplo” publicada por Rodrigo Guendelman en La Tercera.

Esta da testimonio del avance que nuestra ciudad tenga 58 kilómetros de ciclovías y que sea considerada “una urbe de 15 minutos para bicicletas”.

En el texto se menciona como en nuestra ciudad sucedió algo similar a lo que el arquitecto danés Jan Gehl hizo en Copenhague para ayudar en que esta pasara de ser una ciudad para autos a una para personas. Esa comparación es tremendamente reveladora. 

Reveladora porque tras el “ejemplo” de Rancagua y sus kilómetros de ciclovías se esconde la cruda realidad de la segregación. De cierta manera, mientras una parte de la ciudad se parece más a una versión criolla de Copenhague, otra, al margen, se asimila más a los guetos presentes por toda América Latina. Todo, a 15 minutos de separación en bicicleta. 

En los márgenes de la ciudad ejemplo, habitan y sobreviven las víctimas de un modelo económico que logró el éxito del desarrollo y enriquecimiento de pocos, a costa de muchos.

La ciudad que se vanagloria por sus kilómetros de ciclo vías que incluso superan a ciudades europeas, al mismo tiempo y por décadas, ha segregado a los menos privilegiados al final de calles que parecen laberintos y operan como fronteras en los márgenes de la sociedad.

Ahí, han recibido cajas de mercadería por la pandemia de la misma forma que lo hacen durante las campañas políticas sumidas en un morboso asistencialismo pasajero. En estos márgenes, poco importan las ciclovías, porque para muchas familias hoy la prioridad es sobrevivir. 

 

Fue en estos márgenes que la noche del 14 de julio se revivieron los recuerdos más tristes de la revolución social que se inició en octubre pasado.

Policías y militares entraron a poblaciones e incluso dentro de hogares a reprimir al pueblo que se manifestaba con ollas y cacerolas implorando en un grito de angustia la ayuda de un estado que solo llega para castigar. 

En estos territorios es donde los efectos de esta pandemia se viven de manera más cruda y el optimismo que ya brota a lo largo de Chile frente al desconfinamiento y el fin de las cuarentenas ronda distante como un alma en pena.

La inseguridad sobre el mañana no se basa solo en las precarias posibilidades de generar ingresos, o que los más jóvenes tengan oportunidades y los viejos un pasar digno, sino que además se vive bajo la permanente amenaza de la criminalidad y el narcotráfico termine por reemplazar al estado. 

Rancagua tiene la oportunidad de dar un giro. Tomando buenos ejemplos de políticas públicas empujadas por la administración municipal actual, ahora el desafío tiene que ver con reducir la segregación y transformarla en una ciudad que integre a todos sus habitantes poniendo la innovación y el diseño urbano al servicio de todos.

Sería bueno que exijamos a quienes quieren disputar el sillón municipal, programas serios y de largo plazo, propuestas globales de como transformarán la ciudad.

No hay margen para que las únicas opciones estén en manos de candidatos que regalan chocolates en la feria. Las rancagüinas y rancagüinos merecen más.


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