Como es común en los sistemas parlamentarios, cuando un gobierno no logra construir una mayoría estable pierde rápidamente la confianza del Congreso y debe llamar a elecciones anticipadas. Así ha sucedido en el caso de España, donde el presidente Sánchez debió tomar esta medida a ocho meses de asumir el poder.
Si en Chile rigiera un sistema de este tipo, la situación sería parecida. El presidente Piñera no tiene mayoría en el Parlamento y debería esforzarse por construir una coalición estable, probablemente con la Democracia Cristiana, so riesgo de correr la misma suerte que su homólogo español.
Los sistemas parlamentarios exigen decisiones audaces y producen cambios imprevistos en el escenario político. En el supuesto caso de una alianza de gobierno con sectores de centro, la administración de Piñera no estaría sometida a la presión de grupos conservadores, como sucede en la actualidad. Y la oposición se habría quebrado ya, en un sector que ocasionalmente podría apoyar decisiones gubernamentales y en otro de oposición radical, como el Frente Amplio. Probablemente, una ruptura similar también se daría en la derecha.
Pero nuestro sistema es presidencial y ningún cambio trascendental sucederá hasta dentro de tres años. Ello rigidiza las posiciones, paraliza las iniciativas -como es palpable en el caso de la oposición- y genera un compás de espera y una falta de definiciones programáticas poco saludables para la democracia.
Jorge Gillies
Académico vocero en comunicación política
UTEM