El próximo 30 de junio debutarán las elecciones primarias en Chile. Un ejercicio que en teoría busca entregar a los ciudadanos mayores espacios de participación.
Como ejercicio teórico se agradece, pues es un avance a la democracia del país. En la práctica es una farra de los partidos políticos chilenos, quienes en su mayoría han preferido continuar con las designaciones a dedo, especialmente en el tema de los candidatos al parlamento.
Por lo mismo, cabe preguntarse qué importancia tienen las primarias para los bloques políticos.
En este sentido, Claudio Orrego tiene como gran meta instalarse como nuevo líder del futuro de la falange, en lo inmediato, y posteriormente, en la ex Concertación. Aspiraciones reales de ganar no existen, más aún cuando los propios camaradas de Orrego han dicho a los cuatro vientos que la ganadora será la ex presidenta Bachelet.
Andrés Velasco busca remecer el “status quo” de la centro izquierda, tal cual lo hiciera Marco Enríquez en el 2009. El ex ministro de Hacienda es uno de los más críticos y, paradojalmente, el más conservador de los pre candidatos presidenciales del principal bloque opositor.
José Antonio Gómez, el díscolo senador radical va por su segunda primaria. Lo hace desde el convencimiento de que su partido cada vez está más lejos del conglomerado político que gobernó Chile por dos décadas. Su incursión responde a la necesidad del Partido Radical por demostrar que existen.
Finalmente, quien más se juega en estas primarias es Michelle Bachelet. La ex directora de ONU Mujeres debe demostrar el 30 de junio que cuenta con el suficiente respaldo ciudadano para derrotar a la derecha en noviembre. La mayor preocupación de su comando pasa por lograr una gran participación, una votación abrumadora. Si Bachelet gana a penas o con una escasa cantidad de votantes, el panorama para enfrentar las verdaderas elecciones presidenciales se le pone cuesta arriba.
En la Alianza, los actuales presidenciables no se atacan, cuesta descifrar las diferencias entre Longueira y Allamand, se ha hecho un pacto de no agresión en pos del objetivo final: llevar a las elecciones primarias más votantes que el pacto Nueva Mayoría. Cada uno de ellos, deben sumarse, multiplicarse en votos, deben instalar la sensación, en el colectivo social y político, que el triunfo de Bachelet está por verse, que la derecha no entregará el poder tan fácilmente.
Richard Andrade
Socio – Director del Centro Regional de Estudios y Observación Política