En la cuenta regresiva de la segunda vuelta presidencial, la campaña sigue subiendo de tono y las acusaciones cruzadas se han intensificado. Los dardos apuntan a una supuesta intervención electoral de La Moneda que incluso en Rancagua tuvo uno de sus cuestionamientos. Los parlamentarios de la UDI, Alejandro García-Huidobro y Javier Macaya, llegaron a Contraloría para exigir una investigación que permita establecer si los funcionarios del SAR Oriente, en campaña por Alejandro Guillier en una feria de la capital de O’Higgins, se encontraban o no en horario laboral.
A esto se suman las declaraciones de Nicolás Monckeberg (RN), quien señaló que las apariciones de la Mandataria junto al abanderado oficialista son la prueba de la «pre-corrupción» que existe en La Moneda.
Dos acusaciones que encienden una ya polarizada campaña. Por un lado, respecto a la denuncia de la UDI, y a modo de transparentar esta situación, una buena señal es la que dio el Servicio de Salud de iniciar una auditoría interna que permita aclarar qué fue lo que realmente sucedió. Contraloría también debe hacer su parte y establecer las sanciones pertinentes si se comprueba que se ha transgredido la norma.
La prescindencia política y la probidad juega un papel clave en medio de una campaña que ha estado marcada por acusaciones cruzadas.
Los funcionarios públicos, así como cualquier ciudadano, tienen el derecho de opinar públicamente en materia política o apoyar a algún candidato, pero para ello se debe respetar el marco legal vigente: fuera de la jornada laboral y sin utilizar recursos o bienes del Estado.
Por otro lado, el gobierno debe generar la acciones pertinentes que permitan evitar politizar su gestión, porque las labores del Ejecutivo deben desempeñarse en la más estricta imparcialidad, sin discriminaciones y procurando la igualdad de trato: En otras palabras, el gobierno debe hacer su trabajo hasta el término de su periodo, pero sin olvidar que hasta el 11 de marzo debe gobernar para todos los chilenos.
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