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Editorial

La insoportable levedad de la política

JUEVES, 11 DE ABRIL DE 2024
Publicado por

David Pellizzari



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Vivimos una crisis social y económica de la cual nos ha costado sangre sudor y lágrimas como sociedad y como país, los chilenos no la pasan bien, hay indicios de que el desempleo puede volverse un problema estructural, nuestra empresa más importante, la que ha representado el sueldo del país por décadas presenta preocupantes pérdidas y un balance en rojo, además de una merma en la productividad en general, desde luego la principal preocupación de los chilenos, la seguridad está lejos de estar controlada, sin embargo, Rancagua y buena parte de la región y el país esta preocupada de la formalización de su alcalde en ejercicio por graves delitos contra la probidad.

¿Qué pasó?, ¿En qué momento la desconexión con la realidad llegó a estos extremos?

Rancagua y sus habitantes tienen problemas, y muchos. Hoy hay un paro que afecta la educación y muchos docentes denuncian además problemas en la CORMUN, en la salud primaria escasean los medicamentos, pero podemos “perder” dos días escuchando una danza de millones en transferencias, vehículos, cuentas corrientes y arriendos de departamentos para el uso de la máxima autoridad local de la capital regional. Es grosero e insultante para la ciudadanía ventilar la irresponsabilidad y la insoportable levedad de nuestra clase política.

Juan Ramón Godoy llegó a la alcaldía de Rancagua prometiendo transparencia y probidad, sin embargo, se ha transformado en el primer alcalde en ejercicio en ser formalizado y estar en prisión preventiva por causas vinculadas a la corrupción en nuestra Región de O’Higgins, y, si bien es cierto, estamos en las primeras etapas de un proceso que se avizora largo y hasta tortuoso, y que podría incluso terminar con su inocencia, bien vale la pena reflexionar sobre ¿Dónde se extravió el rumbo en nuestra comuna?

Nuestra política vive momentos difíciles. La ciudadanía cuestiona la probidad de sus principales actores y la elite dirigente no ofrece pruebas para cambiar esa percepción generalizada, y la crisis que enfrenta Rancagua es una herida abierta en la credibilidad de la actividad, y aunque resulte fácil y hasta rentable para muchos festinar y alimentar con combustible la hoguera del descontento social con consignas populistas como “que se vayan todos” o “todos son lo mismo”, la responsabilidad obliga a la prudencia, no para amparar la corrupción, sino para salvar la dignidad de una actividad esencial para el desarrollo del país.


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