PUBLICIDAD
Columnas de Opinión

El cuerpo como un lugar de experiencia pedagógica

VIERNES, 19 DE OCTUBRE DE 2018
Publicado por

Columna de Opinión



PUBLICIDAD

¿Cuándo una experiencia pedagógica es significativa? La respuesta a esta pregunta posee un sinnúmero de palabras que la nutren: objetivos, conceptos, procedimientos, actitudes, evaluación, etc. Sin embargo, si preguntamos ¿Cómo aprendiste a andar en bicicleta?, la respuesta se relaciona a cómo te sentiste, cómo le enseñaste a tu cuerpo a aprender, tus miedos, sueños y expectativas; y el resultado de esta experiencia la consideras una experiencia significativa.

Entonces, ¿cómo situar al cuerpo como un emisor/receptor de experiencias pedagógicas? Volvamos al ejemplo de la bicicleta. En este aprendizaje nuestro actuar, sentir y pensar se unieron a una meta. Por su puesto, fue necesario encontrar el sentido, tener a otros como guías, aprender nuevas técnicas, ser resilientes y perseverantes; nos caímos y volvimos a parar, cometimos errores y aprendimos otros, pero finalmente aprendimos. Y una vez que el aprendizaje se sitúo, exploramos nuevas rutas y nuevos sentires. Volvamos a preguntar ¿Cómo hacer que las experiencias de aprendizajes sean un “andar en bicicleta”?

Una primera idea es considerar al cuerpo como un ser en sí mismo, capaz de pensar, crear, narrar y (re)construir; situando al aprendizaje desde lo vivencial, desde el mismo sujeto/a, incorporando elementos sensoriales que permiten “pensar la experiencia y desde la experiencia” (Larrosa, 2006, p.88). Una segunda idea es considerar que toda experiencia pedagógica implica un sujeto/a activo que posibilite su desenvolvimiento caracterizado por encontrar el sentido, provocar el actuar y permitir el reflexionar. Es decir, que toda experiencia posea un significado que permita transformar y dejar cicatriz, considerando al aprendizaje como un movimiento inacabado, y en constante (re) interpretación, permitiendo que el cuerpo sea el centro de la acción pedagógica (Castro, 2011; Planella, 2016), adquiriendo un carácter activo, comprensivo y transformador en la experiencia social e individual. Quizás, desde estas ideas, la experiencia pedagógica se hace carne y no se encierra en un concepto acabado; al revés, permite una apertura en constante (re)configuración y por ende concebir el mundo de diversas formas de experiencias y subjetividades; un “cuerpo (que) puede aprender más allá de la conciencia y del lenguaje, a través de los sentidos y de la afectividad” (Planella, 2015, p.149), en donde el/la docente posibilita los aprendizajes a través de todos los sentidos.

Vania Ramírez

Coordinación de Prácticas Pedagógicas

Escuela de Educación, Universidad de O’Higgins.


PUBLICIDAD
Comentarios

Cargando...
PUBLICIDAD
Loading...