En la presentación del nuevo superintendente de Educación, Sebastián Izquierdo, se dieron a conocer los resultados del reporte 2016-2017 de maltrato entre estudiantes al interior de la sala de clases. Las cifras revelan que el 47,5% de las agresiones psicológicas ocurren en el aula, mientras que el 30,6% se da en el patio de los establecimientos.
De estas, el 39% son amenazas y acosos; mientras que el 19% son insultos y 18% son burlas o descalificaciones; donde el 70% de los afectados son mujeres.
El informe de la Superintendencia de Educación revela que el 35,8% de las denuncias son por agresiones físicas. Un 26,98% es por golpes sin objeto y un 20,63% son por puñetes o golpes.
Este tipo de situaciones termina afectando el rendimiento de los estudiantes, generando ausentismo escolar y una compleja y dolorosa convivencia estudiantil dentro del recinto, donde los menores incluso pueden pasar hasta 9 horas del día.
Las cifras son preocupantes. Lo relevante es cómo enfrentamos y prevenimos este tipo de situaciones.
Acá es clave la labor del cuerpo docente y administrativo del colegio para, primero, detectar situaciones anormales o complejas, para que se puedan revertir o enfrentar como comunidad educativa.
Segundo, cómo prevenimos este tipo de situaciones. Para ello es clave que los establecimientos educacionales apliquen políticas que apunten a la prevención, basadas en el respeto y la buena convivencia.
Pero esto no será cien por ciento efectivo si no se cuenta con el apoyo de las familias o los apoderados.
Es clave que la buena convivencia o las temáticas relacionadas al bullying se hablen, analicen y se enfrenten como comunidad educativa en su conjunto (padres, apoderados, alumnos, profesores, administrativos y dirección), con el objeto de detectar situaciones anómalas a tiempo y ayudar a prevenir acciones que terminan atentando contra un correcto desarrollo de los alumnos en la sala de clases.