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Columnas de Opinión

Para saber y contar CXLIII

MIÉRCOLES, 30 DE NOVIEMBRE DE 2016
Publicado por

Columna de Opinión



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Nos agobia, nos duele profundamente repasar las cifras y tomar conciencia del drama de 1,2 millones de niños pobres de nuestro Chile, olvidados completamente. La prensa nos satura con debates estériles, presentistas, personalistas.

La pobreza agobia a este mundo infantil, deteriora sus cerebros y sus organismos por mala alimentación, pero lo que es peor, carcome sus jóvenes almas, por el mal trato, por el sentirse menoscabados, por no tener acceso a una educación gratis y de excelencia, como debe ser.

No acceder a una buena educación significa crecer sin los valores adecuados y necesarios, unido a hogares destruidos, carenciales de bienes y de afecto, sin apego.

Este mundo de jóvenes pobres es el caldo de cultivo de la delincuencia, del consumo de drogas para evadir la sucia realidad en que están inmersos, de la crueldad con que han sido criados, que transmitirán a sus propios descendientes, en una cadena infinita de degradación de nuestra sociedad.

Los literatos de hoy son planfletarios políticos, nadie canta ya como la Mistral: “Piececitos de niños/azulosos de frío/como os ven/y no os cuidan, Dios mío”.

Leo en la prensa nacional una carta de Víctor Pérez, quien fuera rector de la U. de Chile, quien plantea crear un “plan Marshall” para combatirla y erradicarla, inyectar grandes recursos en pro de eliminar esta lacra vergonzante, este pecado social de la pobreza infantil. Brillante iniciativa, pero cae en el vacío.

¡Qué insignificante, qué populachero suena el llamado a la inclusión!, sin mencionar para nada esta dolorosa realidad y proponer, como Pérez, soluciones concretas.

Veo en un noticiero el caso de un joven delincuente a quien un sabio juez,­­­ convencido que hace lo correcto, lo libera y lo pone “a disposición de sus padres”. Lindas palabras. Ficción social. Veamos la realidad: entrevistan a su madre, llorosa, que dice frente a las cámaras: “No sé para qué me lo mandan, si me insulta, no me obedece, amenaza con pegarme, y se va a robar de nuevo”. El legislador que escribió esa magnífica ley, el juez que la aplica envuelto en su majestad de tal, no saben que esa palabrería es hueca, inexistente, porque la pobreza infantil creó miles de ciudadanos antisistema, sin hogares, violentos, crueles por haber sido castigados en exceso, resentidos contra todo.

¡Aún tenemos patria, ciudadanos! Sigo esperando al mesías que llegue a resolver estos grandes problemas de Chile, olvidando la cháchara irrelevante que nos marea día a día.

 

Mario Barrientos Ossa

Abogado

Magister en Derecho U. de Chile


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