A 210 años del Desastre

 A ratos Chile parece un verdadero desastre: cuando la inseguridad arrecia y se balean a menores de edad en centros de salud familiar, renuncia la máxima autoridad policial que a ojos de todos, estaba haciendo un buen trabajo. Cuando la economía se estanca, la autoridad pone nuevas trabas espantando valiosas inversiones hacia países vecinos. Cuando la confianza se desploma, aparecen más y más destapes de corrupción y de impúdicos personajes que mal usan su poder para su propia conveniencia. Y mientras todo esto ocurre, los parlamentarios en el congreso compiten por quién le asesta al del frente la acusación constitucional más llamativa.

Así, Chile lamenta diariamente noticias desastrosas que nos escandalizan primero, nos acostumbran después y terminan generando un clima de pesimismo y desconfianza tóxicos. Sin embargo, en la región de O’Higgins, nuestra principal efeméride nos viene a sacudir de ese pesimismo al recordarnos que  hace exactos 210 años, un 2 de octubre, nuestros héroes hicieron de su propio “desastre” -el de Rancagua-  el punto de inflexión para el nacimiento de la Patria  Libre.

Entre esa lejana fecha y nosotros, se ha formado una nación. ¿De cuántos momentos desastrosos Chile se ha levantado? Resuenan entonces  las palabras de Gabriela Mistral: “En la paz más absoluta, la suerte de la patria se sigue jugando, sus destinos se están haciendo (…) Comprender que la hora que vivimos no es menos profunda que la que vivieron los hombres de la independencia, es aplicar a nuestras palabras y a nuestras acciones la reflexión del que está decidiendo en una empresa solemne. Tal pensamiento engrandece de un modo inaudito nuestra vida cotidiana y debe quitar banalidad a todos nuestros actos, y mantenernos a Dios como erigidos en nuestros corazones, para que hablemos y obremos sólo la justicia.”

El optimismo con el que podemos salir adelante, no es uno ciego que romantiza la historia ni uno infantil que cree a punta de pura voluntad, sino uno fundado en el esfuerzo de tanta gente por aportar a Chile, en el trabajo silencioso de cada familia, en el aporte de las fundaciones serias -no las de los escándalos- que cumplen papeles fundamentales, en la labor productiva de las empresas chilenas de todos los tamaños, y en el trabajo de candidatos que presentan ideas honestas para hacerse cargo de sus comunas y regiones en las próximas elecciones. Decía también nuestra poetiza: “Las horas de mayor confusión son breves, y casi siempre, son transiciones de un estado a otro mejor”.  Honremos con nuestro trabajo  a los héroes de Rancagua y como ellos, hagamos de nuestro actual desastre, un punto de inflexión hacia una patria mejor.