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Editorial

Las instituciones funcionan

MIÉRCOLES, 1 DE FEBRERO DE 2023
Publicado por

David Pellizzari



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La ya famosa frase del ex Presidente Ricardo Lagos, sigue resonando tras años de haber sido pronunciada. Muchas veces es recordada con sorna por una ciudadanía acostumbrada a convivir con la demostración empírica de su falsedad, y otras con devoción por quienes creen que Chile, a diferencia de muchos otros países de la región, tiene una institucionalidad funcional.

Sin embargo, a veces la frase parece una burla cruel…

Día a día los chilenos se enfrentan a una institucionalidad estatal que, en lo formal, funciona, pero que no responde a las expectativas de la ciudadanía empoderada de nuestros tiempos.

Si alguien tiene un problema con una multitienda, con algún proveedor de servicios privados, puede recurrir al SERNAC, en lo formal hay canales de atención, hay funcionarios que reciben el reclamo, hay atención, sin embargo, pronto descubre que esa repartición pública carece de atribuciones para siquiera logar que el privado responda el reclamo y muchas veces solo deriva al afectado a los tribunales.

Si otro chileno tiene un problema con alguna sanitaria, o compañía de electricidad, con una Isapre o una AFP, puede recurrir a las superintendencias, que también… funcionan, tienen canales de atención, y permiten reclamar el problema, sin embargo, el ciudadano pronto descubre que la formalidad de esos canales es compleja y que las instituciones  tienen como “cliente” a las empresas reguladas y no a las personas que reciben el servicio.

Si un chileno decide demandar a otro particular o al Estado, puede recurrir a los tribunales de justicia, que por supuesto funcionan, sin embargo, se enfrenta a una tramitación que puede llegar a tardar años, lo que muchas veces termina por hacer inviable que puedan obtenerse resultados que puedan asimilarse a “justicia”.

Todos los chilenos nos acostumbramos a normalizar esta funcionalidad formal, y la frase pomposa de Ricardo Lagos es vista como una anécdota en nuestra historia política y republicana. Pero ¿qué pasa cuando las instituciones que solo funcionan en el papel deben proteger a la mujer de la violencia o a nuestros niños?

El caso de “Mirnita” en Peumo, en el que la institucionalidad mandatada a proteger sus derechos simplemente no funcionó, lo que expuso a una niña de 8 años a ser secuestrada por un padre que todos los informes señalaban como inhabilitado para tener una relación sana con ella, nos recuerda dramáticamente que no se trata de una anécdota pintoresca, las instituciones en Chile no funcionan cuando de verdad importa que funcionen.


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