Esta columna sale atrasada, pero aun tardíamente, estimamos necesario referirnos al Día Nacional de Trabajador y a su enorme significado.
Desde la frase bíblica, “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, hasta las modernas concepciones sociológicas, hay un hilo conductor común, que no debemos olvidar: vivimos en medio de una naturaleza que es inamistosa.
Somos un género animal muy desprotegido, por lo cual, para sobrevivir, para satisfacer nuestras necesidades, requerimos de una organización social sólida y destinar nuestros esfuerzos solidarios en pos de obtener de la naturaleza lo que requerimos para vivir: bienes y servicios. Esta actividad trascendental se llama trabajo.
La pandemia que hoy nos aflige demuestra nuestra fragilidad, la necesidad solidaria para erradicarla, lo indispensable que es la unión nacional en torno al trabajo y a la defensa de la salud pública.
El trabajo es el eje rector de nuestra vida social, porque para que se puedan producir los bienes y servicios que la sociedad requiere, necesitamos de dos organizaciones fundamentales: el Estado y el Mercado, y en ambos se requiere al trabajador.
Ambos son relevantes, ambos se coordinan, ambos son necesarios. Cada vez que el hombre, por ceguera, ha decidido eliminar uno de ellos, o achatarlo en beneficio del otro, el resultado ha sido nefasto. Ambos deben funcionar en nuestro beneficio, regulados tras el interés superior del ser humano.
Pero, en la modernidad, el trabajo requiere educación, exige capacitación. La mercadería más escasa y solicitada se llama inteligencia humana. Luego, en el Día del Trabajador, debemos tomar conciencia que la educación en todos los niveles va en su servicio, y que privar al mercado de su directa participación en la misma, es parte de la ceguera que tanto daño nos causó en el pasado. Nunca es tarde para rectificar.
Y con el trabajo se vincula certeramente la Seguridad Social, en su amplio sentido, es decir, hacernos cargo del trabajador que ha cesado en su vida activa. Y ello, nos fuerza a resolver adecuadamente la legítima aspiración a que las pensiones, que reemplazan a las remuneraciones en la vida pasiva, sean dignas y suficientes.
El trabajo, es un sello de la persona, una emanación de nuestra naturaleza humana. Debemos cuidarlo, tutelarlo, sin perjuicio de exigir que se cumpla cada vez mejor.
En este Día Nacional del Trabajador es una necesidad rendir un tributo de admiración y gratitud a tantos quienes, en todos los ámbitos. Especialmente en el campo de la salud, en Carabineros de Chile, con abnegación, están cumpliendo un rol relevante, exponiendo su propio bienestar y, eventualmente, su vida. Vaya para ellos nuestro mayor reconocimiento.
Este día es propicio para rendir un homenaje de admiración y cariño a la Madre Trabajadora, que es capaz de cuidar y educar a sus hijos, y a la vez, prestar sus servicios en el mercado laboral, cumpliendo ambas tareas de una manera digna de elogio. Largos años de lucha se han requerido para acercarnos a la igualdad laboral de la mujer, sin haberlo logrado totalmente aún. Formulamos nuestros votos porque se siga avanzando.
Va mi cordial saludo a todos los trabajadores y trabajadoras, con un gran abrazo y mi ruego de que trabajemos cada vez con mayor ahínco, en pos de la meta irrenunciable de lograr una patria grande, unida, solidaria, fraternal. El canto del trabajo es el himno más majestuoso jamás creado. Entonémoslo todos.