Tal como lo viene realizando desde 1927, la revista Time eligió a la «Persona del Año». En esta oportunidad recayó en cuatro periodistas y un medio de comunicación que, en su labor, han sido víctimas de fuertes represalias.
El caso más reconocido a nivel mundial es el de Jamal Khashoggi, periodista saudí que fue asesinado en la sede del consulado de Arabia Saudita en Estambul, Turquía. Junto a él, fueron reconocidos la periodista filipina María Ressa, fundadora del sitio Rappler, que ha sacado a la luz pública los cruentos resultados de la llamada «guerra contra las drogas» que encabeza el presidente de ese país; dos reporteros de Asia (Kyaw Soe OO y Wa Lone) quienes fueron condenados a 7 años de cárcel en Myanmar por recibir documentos oficiales que permitieron explicar la matanza de 10 personas de una minoría musulmana; y Capital Gazette, un diario de Maryland, Estados Unidos, cuyas oficinas fueron escenario de un tiroteo el pasado 28 de junio, donde cinco reporteros murieron.
En Chile, lejos de este nivel de amenazas y situaciones al límite, los medios llevan a cabo su labor entre las complejidades que debe enfrentar la industria en materia económica, y la necesidad de resguardar la libertad de expresión y no ceder ante presiones gubernamentales, políticas, económicas o sociales.
No es un misterio que hoy el país atraviesa un tenso clima desconfianza y escasa credibilidad en las instituciones, tanto públicas como privadas. Por ello, la ciudadanía ha depositado su confianza en la labor que puedan realizar los medios de comunicación.
En este escenario, los medios han asumido con profesionalismo este rol y producto del trabajo de las salas de prensa han quedado en evidencia los vicios del sistema y han puesto en el debate público una serie de temas y temáticas que, de nos ser por los medios, seguirían en las penumbras, beneficiando a unos pocos.
Los medios de comunicación, y en particular los periodistas, juegan un rol clave en la sociedad moderna y democrática. Por ello, la libertad de expresión debe ser resguardada por el Estado y debe ser un bien que no se tranza y que está por sobre los mezquinos intereses de unos pocos.
Y acá es clave la labor que realizan los medios independientes, cuyo trabajo ético, profesional y que no responde a los intereses de terceros, permitirá fiscalizar a quienes detentan el poder y sacar a la luz las situaciones anómalas que afectan a la sociedad y que deben corregirse en pos del desarrollo, la integración, la buena convivencia y el crecimiento de todos los habitantes.
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