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Columnas de Opinión

Querida Karol

VIERNES, 21 DE SEPTIEMBRE DE 2018
Publicado por

Columna de Opinión



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Querida Karol Cariola, cuando ingresó a la política, luego de escucharla en diversas oportunidades y medios decidí votar por usted; tenía características que pesaron en mi decisión: juventud, militancia en un partido serio y con historia, además de ser matrona, profesión que conozco bien pues mi difunta esposa también lo era.  Por ello me decidí y voté por usted.

Pero a poco andar sufrí una decepción, usted era partidaria del aborto y asumía toda una argumentación que no era siempre lógica, cargada de lenguaje prejuicioso y no siempre apegado al conocimiento científico; entendí como un exceso de ímpetu juvenil su apoyo a la normalización de la muerte de nonatos.  Increíble.  Le hice saber que esas banderas tenían argumentos reaccionarios y propios de las derechas de otros países en que el aborto había sido el requisito para doblegar las protestas populares.  No creo que se acuerde de mi correo.

Más tarde cuando con otras diputadas cantarinas celebraba alegremente por los pasillo del congreso la aprobación de la ley que permite el aborto quedé estupefacto, nunca había visto celebrar una muerte, solamente en los casos de religiosidad popular para encomendar el angelito y llegue raudo al cielo; pero celebrar la muerte, sin más y porque sí, es bien extraño.  Una actitud de seriedad habría sido lo esperable, pues la oí decir que ninguna mujer que abortaba lo hacía por gusto; pero jamás imaginé que el duro trance de abortar sólo afectaba a la protagonista y que a las mujeres que apoyan tal solución les producía un cierto placer, jocoso incluso.

Cuando hace poco declaró que los fetos no eran más que un montón de células, me gustó mucho sus sentido de humor, pues no puedo dejar de pensar en usted como un montón de células, claro que unas cuantas más que las que tiene un feto.

Pero hace pocos días, nuevamente, caí en el sombro.  Usted se sumaba a la continua lesera de que Chile es un Estado Laico; se dice a menudo incluso por abogados –la enseñanza del derecho tiene vericuetos incomprensibles– que a menudo repiten tal infundio.  No hay documento alguno que declare tal cosa, por lo que un Estado aconfesional no es laico, pues no profesa el laicismo.  Pero no es esa la única causa de mi estupefacción, sino la razón de la laicidad del Estado.  Chile tiene los poderes del Estado separados.  Plop.

Haber votado por usted me ha obligado a seguir sus dichos y actos y créame que ha sido muy interesante, a la vez que un acicate para preguntarme por la calidad de la política.

Rodrigo Larraín,
Académico de la Universidad Central de Chile


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