Cada día, y más aún, cada minuto las noticias se suceden avisando de los riesgos que afectan la paz o, por lo menos, los equilibrios. El actual Papa ha dicho que la Tercera Guerra ya está en curso, la humanidad también tiene esa impresión. Hoy todo parece iracundo, rabioso.
Cada día es un suceder de violencias horrendas contra todo lo que vive. No escapa un árbol, un animal, un niño, un joven, una mujer, un hombre, un anciano, al desprecio más feroz desde la propia humanidad a la que decimos pertenecer.
El vocablo paz ha de ser el monosílabo casi más silente del idioma que hablamos, no sé tanto de otras lenguas. Nuestra Gabriela Mistral decía del vocablo » la palabra maldita » luego de las carnicerías Primera y Segunda.
Los riesgos señalados no van dejando espacio y tiempo para otras ocupaciones más nobles, más limpias y seguras. La sabia contemplación, el necesario vuelo de la reflexión y de la conversación útil ceden sus fértiles áreas. Hemos dejado de ser curiosos de las leyes mínimas que están a cada paso. Entonces todo se hace pasajero, inútil, vano.
Esta Tierra es la única casa que tenemos, ninguna exploración espacial nos asegura otra residencia vital. Sustento es la palabra. Hace falta practicar ‘urbi et orbi’ la pedagogía del sustento, asum3ir el respeto y la protección de la naturaleza porque de ella todo nos viene.
Un fruto natural planetario es la cebolla, alimento medicinal. Las cebollas son hermosas lunas enterradas. Tesoros, joyas de armiño puro. Perfectas esferas subterráneas. Entonces ¿Qué Dios lo hizo todo o ninguno?, ¿O el azar es el único Dios? Toda pregunta nos lleva al origen, al origen del origen… No cesar en la búsqueda hasta el hallazgo.
Las hermosas cebollas son obra de la creación natural, son realidades materiales, tal vez se hicieron a sí mismas en un mundo en el que todo es movimiento vital, encuentro y desencuentro; es la suprema ley de la naturaleza, la dialéctica.
Carlos Poblete Ávila,
Profesor de Estado
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