El próximo 17 de diciembre se definirá quién será el próximo presidente de Chile para el período 2018-2022. Encrucijada que será resuelta entre Alejandro Guillier, candidato del oficialismo; y Sebastián Piñera, abanderado de Chile Vamos.
Una lucha que, para los entendidos en la materia, quedó abierta y con pronóstico reservado luego de los resultados del pasado domingo 19 de noviembre, que dieron el primer lugar a Piñera con el 36,65% de los votos, seguido por Guillier con el 22,69%.
Las cifras echaron por tierra las proyecciones de las encuestas y dejaron abierto el escenario político de cara al balotaje. La campaña ya se inició, y los candidatos ya se desplegaron en terreno con el objetivo de captar los votos de aquellos electores que no votaron ni por Piñera ni por Guillier en primera vuelta.
En este sentido, distintos resultados han tenido los guiños y acercamientos hacia aquellos sectores que podrían decidir la elección (Frente Amplio, José Antonio Kast, la DC, MEO o Manuel José Ossandón). Eso sí, con el voto voluntario de por medio, la probabilidad disminuye cuando se trata de endosar el voto de un candidato a otro. Además, en estos días se ha caído en discusiones que no se condicen con la tradición democrática del país. Las críticas destempladas, las faltas de respeto y los vaticinios catastróficos solo ayudan a polarizar un debate y una elección que Chile merece tener en otros tonos.
El llamado a los candidatos y sus comandos es centrarse en los temas de fondo, en las materias que los chilenos necesitan avanzar y en proyectos-país de cara a la próxima década, para retomar la senda del crecimiento y desarrollo.
Si el objetivo es lograr que más gente que el 46% del domingo vaya a votar el próximo 17 de diciembre, el llamado es a cambiar el tono del debate, por uno constructivo, de ideas y proyectos de cómo queremos al Chile de la próxima década.