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Día de la Educación Parvularia: Ser docente en estos tiempos

JUEVES, 23 DE NOVIEMBRE DE 2017
Publicado por

Columna de Opinión



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Como educadora de párvulos y docente de educación superior, comienzo con esta definición de las diferencias entre profesor, docente y maestro. Para muchos es un simple sinónimo, pero en el trasfondo tiene mucho de cierto: cada día, los niños, adolescentes y jóvenes están más difíciles, o será que nos piden cada día estrategias más novedosas y participativas.

Hoy nuestros estudiantes son activos, pueden pensar y hacer muchas cosas en el mismo momento, ellos no pueden estar sentados horas y horas escuchando a su profesor, teniendo una mínima participación cómo era en nuestros tiempos, sobre todo los preescolares. Me pongo muy triste cuando escucho decir “si ellos van a pasar a básica, deben estar callados y sentados” y yo pienso: ¿por qué?, ¿quién dijo que los niños deben estar tranquilos y en silencio para aprender?, ¿qué sucede que la educación actual en su gran mayoría ha cerrado la puerta de sus salas al juego, la música y el arte como un gran apoyo para entregar aprendizajes significativos y totalmente relacionados con los objetivos de las bases curriculares?

Es por esto que invito a quienes deseen comenzar un camino dedicado a educar, a preguntarse ¿por qué quieren educar?, ¿qué los motiva a ser profesor? Busquen en sus respuestas esa palabra que creo falta en el corazón de muchos profesores: vocación

No olviden que estarán formando el futuro, a los que dirigirán nuestros país, a los que cambiarán todas las injusticias y diferencias que hoy tenemos, y sobretodo que esas personas que están sentados junto a ustedes tienen corazón, energía, alegrías, tristeza y sueños, no sólo cerebros para llenar de conocimientos

Hay muchos profesores que llegan al grado de maestro y no porque han estudiado una maestría, sino porque su vocación los lleva a formar personas, a cultivar corazones, a descubrir en una mirada la tristeza, la dificultad y parar la clase y consultar qué sucede; profesores que se quedan después de clases, explicando individualmente a ese niño o joven que no fue capaz de preguntar para no sentirse disminuido frente al grupo; maestros que dejan una huella y son recordados a pesar del paso del tiempo, esos maestros que incluso aman más que los propios padres.

Hagan de esos años una gran oportunidad de formar personas solidarias, esforzadas, luchadoras y sobretodo felices, regalen una sonrisa al inicio y al cierre de su clase, den amor. Aunque muchos crean no es nuestra labor, un estudiante que se siente amado y valorado, aprende más, porque sabe que creen en él y que él no es un número en la lista, es una persona importante y necesaria para la clase de ese día.

Marcela Reyes General

Coordinadora y Docente del área Educación

Santo Tomás Rancagua


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