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Para saber y contar CLXXIX: Recuerdo del Padre Hurtado

MIÉRCOLES, 16 DE AGOSTO DE 2017
Publicado por

Columna de Opinión



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El 18 de agosto de cada año se celebra como “Día de la Solidaridad”, en recuerdo del Padre Hurtado, que falleció en una fecha como esa. Justo homenaje a su lección de vida.

Alberto Hurtado Cruchaga fue un sacerdote jesuita, miembro de una linajuda familia. Hizo el servicio militar, cosa que en esos años quedaba reservado “al pueblo”, y es un gusto ver las fotografías que lo muestran con el uniforme de la Patria, las hemos exhibido en nuestro programa de televisión. Eso también es solidaridad, contribuir a que nuestra patria tenga una fuerza armada disciplinada y preparada, policlasista, para la defensa de nuestra soberanía e independencia. El Ejército es inclusivo, no se olvide.

Estudió derecho y en 1923 se tituló de abogado, pero su vocación lo llevó a ingresar a la Iglesia. Su tesis de licenciatura fue “El trabajo a domicilio”, en que criticaba las malas condiciones en que las costureras realizaban su labor. Antes, su tesis de bachillerato fue “Reglamentación del trabajo de los niños”. Su adhesión a los temas sociales y a velar por los menos afortunados le ganó el mote de “cura rojo”.

Pero, el Padre Hurtado es recordado esencialmente por su labor de rescate de los niños abandonados, que dormían bajo los puentes del río Mapocho, entregados a su suerte, los que iba a buscar en su icónica camioneta verde y los llevaba a lo que fueron los cimientos del Hogar de Cristo, una entidad que los acogía, educaba y transformaba con el correr de los años, en hombres y mujeres de bien. Hoy, su obra magna es una institución sólida y prestigiosa, que proyecta al futuro su labor social.

Nos dejó dos frases que resumen de manera magnífica el sentido de la vida. La primera: “Hay que dar hasta que duela”, que resume fielmente el apego de los humanos a sus bienes, efectivamente, cuando la ayuda es verdadera, significativa, duele. Amigo lector, mientras no sienta ese dolor por entregar lo propio al necesitado, su ayuda es insuficiente, puede dar más.

La segunda frase: “Contento, Señor, contento”. La pronunciaba con ancha sonrisa, mientras los dolores del cáncer al páncreas lo arrancaban de este mundo prematuramente, con 51 años.

Hombres como el Padre Hurtado son muy, pero muy pocos. Le rendimos nuestra admiración y respeto en la fecha de su muerte.

 

Mario Barrientos Ossa

Abogado

Magister en Derecho U. de Chile

 


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