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Para saber y contar CLXVII: Hacia la nueva república

MIÉRCOLES, 24 DE MAYO DE 2017
Publicado por

Columna de Opinión



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He terminado por convencerme (“solo los burros no cambian de opinión”, decía Domingo Santa María), que efectivamente es necesario reformar nuestra actual Constitución, pero no porque sea ilegítima, monserga que no acepto, ni para hacer cosmética, como observamos en un pomposo proyecto presentado por unos viejos tercios de la política, sino que para refundar las bases republicanas de Chile. “Una nueva Constitución para la nueva República”. Ese es el lema.

La Nueva República significa un sinceramiento definitivo y sustantivo de los males que nos afligen, para echar las bases de un sistema renovado, objetivo, ajustado al siglo XXI, con el compromiso ciudadano de que se cumpla.

La desconfianza que nos rodea, la incertidumbre que envuelve al país, la reiteración de escándalos y falta de coherencia en todos los conglomerados, en todos los sectores, sin excepción, la debilidad en el ejercicio del mando supremo,  nos llaman a hacer cambios sustantivos, pero sinceros, sin temor al qué dirán, recordando a ese enano físico, pero gigante como estadista que fue Deng Tsiaoping, que cambió la historia de China: “A mí no me importa si el gato es blanco o es negro, solo me interesa que cace ratones”. Fin de los ideologismos, la vida es hoy, no en un utópico porvenir.

La Nueva República debe fundarse en que, Estado y Mercado son indispensables y que solo obrando juntos, de modo coherente, se puede avanzar; que el Mercado debe funcionar con transparencia y competencia, y eso lo asegura el Derecho, bajo el control del Estado, con facultades suficientes; que si hay un Orden Público Económico, también  debe haber un Orden Público Social, con derechos y deberes claramente precisados;  que las regiones tienen amplias facultades residuales y que el Gobierno Central solo tiene aquellas que se le delegan, es decir, invertir enteramente el esquema actual; que todos los cargos, públicos y privados, gremiales y sindicales, se rijan por el principio de la no reelección, terminado el período respectivo, se reemplaza al titular; que la Política es indispensable, pero es un servicio público y no una profesión, en la que se legisla con la calculadora, para retener el cargo en las próximas elecciones y no para lo que es mejor para el país; que se resuelven los “temas morales”, dando luz verde al matrimonio igualitario, al aborto y a la eutanasia; que se asegure un orden público severo y riguroso, nadie puede dejar de cumplir la ley. Lo dijo John Kennedy de una manera diáfana: “Todo ciudadano puede discrepar de la ley y decir que no lo interpreta, pero eso no lo faculta para no cumplirla”.

¡Aún tenemos patria, ciudadanos! Caminemos hacia la Nueva República.

Mario Barrientos Ossa

Abogado

Magister en Derecho U. de Chile


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