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Columnas de Opinión

¿Qué esperar de la educación financiera?

VIERNES, 24 DE MARZO DE 2017
Publicado por

Columna de Opinión



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La educación financiera ha aparecido como un gran tema en las últimas décadas, en parte por la propia extensión de los servicios financieros a nuevos segmentos de la población y en parte por las brechas reveladas por las crisis que se han observado en este tiempo. Autoridades y banqueros han cifrado altas expectativas en el aporte que ésta pueda hacer en la perspectiva de perfeccionar el funcionamiento del sistema financiero.

Sin embargo, para alcanzar los objetivos perseguidos se requiere que la educación financiera se aplique con un enfoque realista y acciones bien diseñados. Pero, ¿qué implica exactamente eso? Vayan aquí algunas ideas. Primero, no debe ser pensada como tabla salvadora, como un instrumento que por sí solo va a resolver todos los problemas que se observan en el sistema financiero.  Muchos desafíos tienen que ver más con regulaciones o prácticas que con educación de los consumidores. Por ello, si queremos avanzar, la educación financiera debe ser pensada como parte de un conjunto de acciones que se complementan y refuerzan mutuamente.

Segundo, la educación financiera supone que las personas, salvo excepciones calificadas, pueden tomar sus decisiones financieras. Es interesante constatar cómo la Ley Orgánica de BancoEstado, que viene de los años cincuenta del siglo pasado, hizo suyo ese concepto al admitir que las niñas a partir de los 12 años y los niños desde los 14 años –nótese la diferencia- están capacitados para gestionar sus propias cuentas de ahorro (la misma consideración que existe hoy para habilitar la CuentaRUT). Siguiendo esa misma orientación, los programas de educación financiera deben desplegarse con la clara orientación de fortalecer esa capacidad para tomar decisiones más que con la pretensión de formular recomendaciones muy específicas. El objetivo debe ser reducir la probabilidad de que los consumidores incurran en fracasos, como por ejemplo, que pierdan sus ahorros, como le ha ocurrido en el último tiempo a algunas personas entusiasmadas con ofertas carentes de sustento real, o que asuman obligaciones que exceden sus capacidades y que finalmente los arrastran a un sobre endeudamiento del cual es difícil salir y que tanto daño provoca.

Tercero, la educación financiera no se reduce a conocimientos de cálculo financiero ni nada parecido. Muchos han puesto énfasis en esa parte que se debería denominar más bien como alfabetización financiera. Es lo que miden las pruebas internacionales, donde, entre paréntesis, los resultados para Chile no son auspiciosos. Pero, tanto o más importante como ese componente de conocimientos financieros básicos es aquel que tiene que ver con conductas, prácticas, hábitos y formas de aproximación a los temas financieros.

Desgraciadamente, nuestro país tampoco exhibe indicadores auspiciosos en esta parte. Ello se refleja, por ejemplo, en cierta despreocupación por el ahorro, particularmente, con el ahorro para la vejez, y con el concepto crecientemente extendido de que se puede obtener una vivienda sin ningún ahorro previo.

Cuarto, las acciones en este campo, como ocurre con la educación en general, son de larga maduración. Quizá, por la misma razón, las recomendaciones apuntan a que los esfuerzos se desplieguen principalmente en niños y jóvenes. Es alentador, en esa perspectiva, que prácticamente todas las instituciones financieras estén desarrollado acciones educativas orientados a este segmento. BancoEstado, en particular, tiene en aplicación un programa denominado “Usa Bien tu Plata” cuyos destinatarios son alumnos de enseñanza media y que aborda temas como la elaboración de un presupuesto, el ahorro y el endeudamiento responsable. El año pasado se realizaron talleres en 200 establecimientos educacionales, distribuidos en 7 regiones, alcanzando a un total de 6.500 estudiantes. Este año se espera avanzar en las restantes ocho.

Todo ello es positivo, pero los conocimientos adquiridos en la sala de clases deben ser necesariamente complementados con la experiencia real de manejar algún producto, como una cuenta de ahorro por ejemplo. Los programas de ahorro para niños y jóvenes están bien desarrollados en otros países, pero todavía en pañales en el nuestro. Este es un desafío pendiente.

Llama la atención que el país haya avanzado en inclusión financiera sin advertir la enorme brecha que se producía en materia de educación financiera. Es tiempo de cerrarla con un enfoque realista y buenos programas orientados principalmente a niños y jóvenes. Ello puede contribuir a un sano desarrollo financiero en el mediano y largo plazo.

                                                                                   Enrique Marshall.

Vicepresidente BancoEstado.

 


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