Muchos pensábamos que la abstención en las elecciones de ayer bordearía el 60%. Nada hacía suponer un porcentaje tan elevado no dispuestos a validar un sistema tan segregado como el nuestro, la cifra final; cercana al 66% da cuenta de una situación que tardará tiempo en analizarse si se hace de forma seria.
Nadie, a decir verdad, puede declararse ganador en este proceso (pese al afán de muchos) cuando sólo un 34% de electores ha asistido a manifestar su voluntad. No es posible que nos digan que por ejemplo Evelyn Matthei ha ganado si sólo 32.000 personas la han escogido de un padrón de 162.963; es decir, 19.6% no resulta representativa de nada.
Culpar a quienes no votan en estas elecciones resulta un argumento simple, tardío y falaz. Debemos elegir entre candidatos que asignan, reparten y colocan los partidos políticos y sus dirigentes (hay situaciones en que esto se resuelve en una cocina); nos piden asistir (casi como imperativo ético) a escoger uno de los que ellos deciden; con esto estamos validando este modelo de asignaciones al voleo y de esa manera nuevamente vuelven a salir los mismos de siempre, entonces nos culpan de no obedecerles ¡Patrañas¡
Es este el momento pareciese ser de alzar la voz con detenimiento y observar lo que ha pasado por ejemplo en Valparaíso: si bien es cierto ha sido electo Jorge Sharp, con el 53% de los votos, solo el 33% de los electores del puerto asistió a sufragar; resulta una elección tampoco representativa en términos estadísticos. Lo valioso al parecer sería el que muchos han decidido apostar por ventilar el puerto y limpiarlo un poco..
Los políticos desesperados en día de las elecciones haciendo llamados a toda hora para “levantarse” a votar también resulta revelador del proceso. Los que instan a asistir parten de la base que están todos en cama, durmiendo o haciendo otras cosas y que “levantarse” a votar resulta el camino lógico para salir del hastío que nos genera esta elección, bajo la consigna: “levántate por favor pues sabemos que haces algo mas entretenido que venir”, lo que a decir verdad es cierto, siempre hay cosas mejores que asistir a un engaño.
Con todo ello la tasa de abstención parece la indicada; es de esperar que algunos comprendan que la ciudadanía ha hablado y ha manifestado su opinión. Ha ganado la abstención y el interés por otras cosas. Ha arrasado la opción “usted no me interesa”, “lo que piensa no me importa”.
Daniel Sánchez Brkic
Académico Facultad de Ciencias Sociales
Universidad Central