La idea del cambio ha estado presente desde siempre en el derrotero de la humanidad y en particular de la educación. Sin embargo, las últimas generaciones de profesores lo han vivido con mayor impacto, principalmente porque fueron formados bajo constructos mentales e ideológicos que los formó resistentes al cambio y a la innovación.
En un marco de proceso de cambios vertiginosos en todos los niveles de las sociedad, las instituciones educativas están obligadas a repensarse y flexibilizarse para adecuarse a las nuevas realidades y así poder sobrevivir en el tiempo, por tal razón, los docentes deben pensar en una re-profesionalización que les dé la posibilidad de poder actuar en un mundo complejo, de incertidumbre y competitivo, en definitiva en un escenario de futuro cambiante.
Esta idea, de repensar la profesión docente, debe realizarse bajo una mirada convergente en donde todos los actores que componen esta sociedad estructuren el tipo de realidad que quieren convocar y producir, y a partir de ahí establecer el tipo de perfil de maestro que necesitamos.
A pesar de lo anterior, podemos dimensionar que existen habilidades genéricas que nuestros profesionales de la educación deben poseer para insertarse en este mundo de la educación, a saber, deben tener habilidades comunicacionales, de interrelación , de trabajo colaborativo, entendiendo que el proceso pedagógico se mejora en el trabajo mancomunado con los demás profesionales de la educación y no en compartimientos estancos, con la propensión a querer siempre mejorar tanto en los cognitivo, lo procedimental y lo actitudinal, y por último, docentes con altos valores éticos y actitudinales vivenciados en el día a día.
Otro aspecto a considerar, es re-pensar los centros educativos como entes abiertos a sus comunidades y al mismo tiempo democratizantes, con alianzas con todos los actores que componen su entorno inmediato, generando con ellos un círculo virtuoso de ayuda mutua en donde existan criterios de desarrollo comunes y se fortalezca la inclusión, con ello favoreceremos la mejora de resultados académicos y una sociedad más sana, más justa y equitativa en constante desarrollo y progreso.
La escuela y los docentes deben ser capaces de salir del aislamiento y de convertirse a partir de su refundación, en agentes de cambio, capaces de generar un nuevo constructo social y nuevos conocimientos que permitan a sus comunidades integrarse eficientemente en este mundo cambiante y complejo.
Ricardo Cristi López
Director Magister en Dirección y Liderazgo
UNAB – Rancagua
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