La última encuesta Adimark reveló que la Presidenta Michelle Bachelet logró una caída histórica en sus niveles de aprobación: 24%, el más bajo desde que se realiza este sondeo a partir de 2006. Mientras que su rechazo subió dos puntos y alcanzó el 72%, la evaluación del gobierno también empeoró, llegando la aprobación al 18%.
Y aunque un 37% manifestó identificarse más con la oposición que con el gobierno, esto no significa que lo haga con la Alianza, que logró solo un 15% de aprobación. Por su parte, el apoyo al conglomerado oficialista, la Nueva Mayoría, fue de 16%.
Lo claro está es que esta falta de sintonía que podría reflejar la encuesta Adimark entre ciudadanía y mundo político no es particular de un sector o de un conglomerado determinado. Afecta de igual forma a las dos coaliciones que han liderado la política chilena desde la vuelta de la democracia.
Es que el sector político está enfrentando un duro escenario, con escándalos relacionados a la falta de probidad, al tráfico de influencias y con investigaciones judiciales en curso que golpean transversalmente a los partidos más importantes del país.
Mientras que al gobierno se le suman un escenario económico con bajas cifras de crecimiento, en medio del debate de reformas estructurales y de gran relevancia para el país, y con críticas cruzadas en el manejo de una serie de temas, entre estos, los relacionados con la salud y delincuencia, esta última con un 6% de aprobación en el manejo del gobierno.
Si bien las encuestas son una fotografía del momento, lo preocupante es la tendencia. Y es precisamente esa tendencia la que refleja una fuerte crítica ciudadana a la política en general. Tarea pendiente es cómo revertir estos malos indicadores de cara al próximo gran desafío: la elecciones municipales del 2016.