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Columnas de Opinión

Cerca de la revolución el pueblo pide sangre

VIERNES, 17 DE ABRIL DE 2015
Publicado por

Columna de Opinión



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Así comenzaba un tema el incombustible Charly García, y es lo que parecería a varios que es lo que hoy por hoy está pasando en distintos niveles en el día de hoy. Muchos incluso creen que estamos adportas, si es que ya no, en una crisis institucional. Pero en realidad es que no hay ni revolución ni la crisis pretendida.

Una de las primeras cosas que uno aprende en Psicología Social es que en contextos de masa hay poca o nula racionalidad, tanto en la calle como en el hogar cuando por los medios de comunicación se vocifera como en una feria libre (En redes sociales el grito es escribir en mayúsculas). En contextos de masa, por tanto, no existe el «pueblo». Sólo populacho enardecido que iguala a todos en un paquete y busca derribar lo que sea, iguala a Penta con Caval y promueve «renuncias» como si eso concluyese en el logro de sus demandas.

Para la revolución se requiere sangre y terror, es cierto, como en 1789 en Francia, 1959 en Cuba o 1973 en Chile. Pero más que nada, un plan de rearmado del entarimado cultural de la población, y no vamos a pretender que hoy se lea más que en 1973; junto con la ascensión al poder total, cosa que dista de ocurrir.

Crisis institucional claman los amantes del status quo. Es cierto, parece que algo se modificará, pero no en lo fundamental. Sólo una elite que debe ajustarse a nuevas reglas, o a despedirse de tanto poder. No hay crisis de instituciones cuando la justicia iguala más que antes. Los niños siguen jugando en las plazas, seguimos temiendo la jubilación, vivimos aún en un país desigual y cotidianamente violento con quienes menos tienen. Eso no veo que esté hoy en riesgo. Curiosamente sólo he visto a quienes tienen velas en el baile de la corrupción llamar a acuerdos nacionales por la crisis de los corruptos.

No hay que leer noticias desde los titulares hoy, mecanismo de adulteración de la realidad de varios; menos aún hacer caso de majaderos quizás rentados en las mal llamadas redes sociales (fueron diseñadas para tener a la gente distraída) que usan el dolor ajeno como razón, recurriendo a la grosería y la falacia como estilo reconocible.

Las sociedades no cambian con un «me gusta» ni refunfuñando por la cabecera de medio alguno. Los afortunados del país se organizan, pero los asalariados no se sindicalizan o asocian; menos puede hoy el mayoritario boletariado.

No, estamos lejos de una revolución o de la crisis vociferada. Estamos en un país más transparente con una ciudadanía que aprende a no enardecerse con quienes el vulgo apunta como corrupto.

Francisco Javier Larraín S.


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