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Columnas de Opinión

Para saber y contar (XXXIX)

MIÉRCOLES, 1 DE OCTUBRE DE 2014
Publicado por

Equipo de Corresponsales



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1.-Hace justamente hoy doscientos años, la somnolienta villa amaneció en medio de la pólvora y el fuego, protagonizando un hecho de armas que tuvo consecuencias enormes para la naciente independencia chilena.

Dos siglos después, abierto el hecho histórico a un juicio objetivo y desapasionado, es el momento de examinar lo más relevante de él: sus consecuencias.

La más notoria, enorme, fue poner fin a la primera etapa de nuestra independencia, la llamada “Patria Vieja”, caracterizada por ese tricolor amarillo, blanco y azul que Javiera Carrera tejió, según la leyenda, con sus propias manos.

La derrota del ejército patriota, fruto de una mala decisión estratégica, cual fue encerrarse en la villa,  abrió el proceso penoso de la emigración a Mendoza, de la restauración realista, de la persecución de culpables e inocentes, alimentó el odio irreconciliable entre O`Higgins y los Carrera, que había culminado poco antes en el aciago episodio de Tres Acequias, y que terminaría con la muerte de los últimos, en condiciones indignas.

Una segunda consecuencia, menos perceptible, es que se abrió la intromisión de los oficiales argentinos en nuestro nobel gobierno, trajo a Chile la siniestra Logia Lautarina, transformó a nuestra patria en el proveedor de la gesta sanmartiniana, cuyo logro triunfal fue la independencia del Perú y la caída del viejo y orgulloso virreinato, obra culminada por Bolívar. Pasamos a servir el ideal de San Martín.

Acabo de regresar de Lima, visité la casa de O`Higgins en el Jirón de la Unión, donde murió exiliado, pero aprecié con tristeza el completo olvido de su aporte gigantesco a la causa libertaria del pueblo peruano, es solo San Martín quien reluce con festones de oro. Y sucede que sin Chile, sin O`Higgins y su voluntad de hierro, sin la Expedición Libertadora al Perú, financiada enteramente por nuestro gobierno, que navegó con la Estrella Solitaria al tope, nada habría podido hacer el prócer argentino. Se llevó toda la gloria, algo propio de nuestra opacidad nacional, del desinterés, del renunciar al protagonismo, del cual el propio O`Higgins hizo gala.

Dos siglos después, siento la tristeza en mi alma, no es tiempo de celebraciones, dejemos solo escurrir las aguas frías de la historia, nada bueno hay para rememorar.

2.-Como todo admite excepción, si hay algo de lo cual debemos sentirnos complacidos, fruto del desastre, es de nuestro escudo de armas, confeccionado por el propio Libertador, con su Ave Fénix y el Arbol de la Libertad, y un lema que emociona: “Rancagua renace de sus cenizas porque su patriotismo la inmortalizó”.

Mario Barrientos Ossa.

Magister en Derecho U. de Ch.


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