PUBLICIDAD
Actualidad

Fiestas Patrias: ¿Por qué el 18?

MARTES, 16 DE SEPTIEMBRE DE 2014
Publicado por

Columna de Opinión



PUBLICIDAD

Cuando inicié mis estudios de historia, recién pude darme cuenta que no cuadraban, el día de la Independencia Nacional – aprobada el 2 de febrero de 1818 en Talca, aunque firmada en 1 de enero en Concepción y proclamada el 12 de febrero en Santiago, dando ya cuenta de nuestra cultura cantinflesca – con la celebración del aniversario patrio el 18 de septiembre de 1810. Lo que hasta allí no había sido un problema se transformó en un enigma que, en la medida que avanzaba mis estudios, mudó a una verdadera certeza: Chile no conmemoraba en la fecha correcta su emancipación. El 18 no había sido un verdadero acto de soberanía: fue más bien la convocatoria a un cabildo, en el contexto que la tradición permitía – los vecinos más notables (Chile sigue siendo igual: las reformas se cocinan en casa de economistas o con la Iglesia) –, y con un Gobernador (Mateo de Toro y Zambrano) digno de una ambigüedad que espanta.  Como se sabe, luego de constituir la Junta que velaría por “conservar estos dominios al (adorado) señor Fernando VII”, se decidió que el presidente recibiría una asignación de seis mil pesos anuales por el cargo, mientras que cada vocal recibiría tres mil y solo dos cada secretario”. La dieta, desde entonces, fue un tema más importante que las propias funciones de nuestros representantes. No es casualidad que se fijase aún antes, de discutir sus labores. Me quedé entonces con la certeza que lo que celebramos como aniversario patrio fue, por lo menos formalmente, una declaración de lealtad a la monarquía, tal cual consta en los documentos y más allá de las alambicadas interpretaciones de los historiadores tradicionales.

Más tarde, seguí estudiando a Clío y mientras revisaba documentos en el Archivo Nacional, supe de las pugnas y disputas de nuestros “héroes patrios”, muy superiores y aún más banales que las de nuestra desprestigiada farándula: sólo así  puede explicarse el desaguisado del 1 y 2 de octubre en Rancagua. Comencé entonces a comprender el porqué de la negación a O’Higgins del verdadero acto de nuestra independencia: se debía a un ajuste de cuentas de nuestra fronda con “el Director Supremo”, a quien nunca le perdonaron su condición de huacho, la instalación de la meritocracia o la abolición de los títulos de nobleza y los escudos de armas. Su intento de perpetuación fue la excusa perfecta que usó nuestra fronda para sacarlo del poder  a inicios de 1823, tal cual como lo hizo después con Balmaceda y Allende.

Hoy, próximo ya al medio siglo de vida, estoy convencido que nuestra oligarquía posee una intuición sociológica profunda pues no se equivocó un ápice en la selección del 18 como  efeméride patria. La fecha nos retrata de cuerpo y alma ¿O acaso el 18 no es la ambigüedad misma (una Junta de gobierno cuya primera definición es su lealtad al rey), un gobernante con tan pocas convicciones que los cortesanos se peleaban por ser el último en aconsejarlo ya que se corría el rumor que éste concluía haciendo  exactamente lo último que escuchaba? Y sin siquiera referirme aún a la cueca, digna de un tratado sobre lo elíptico. ¡Viva Chile Mierda!

 

Edison Ortiz


PUBLICIDAD
Comentarios

Cargando...
PUBLICIDAD
Loading...