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Columnas de Opinión

Dos canonizaciones

JUEVES, 10 DE ABRIL DE 2014
Publicado por

Columna de Opinión



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Solamente un papa como Francisco podrá, quizás, no generar reacciones adversas frente a la pronta elevación a los altares de Juan XXIII y de Juan Pablo II. La santificación de ambos tiene características de un vulgar empate. Un papa que abrió la Iglesia al mundo, la puso al día e impulsó directrices para tiempos presentes y otro que paulatinamente se atrincheró, replegándose en órdenes de dudosa reputación, derogó en los hechos los acuerdos del Concilio Vaticano II y, lo más reprochable: brindó su amistad y protección al más grande pecador eclesiástico, que demolió el prestigio moral de la Iglesia y, lo bueno, sacó a luz una inmensa cantidad de clérigos pedófilos y homosexuales, lo que la Iglesia condenó siempre y que se volvió contra ella, pues, ¿con qué moral podrán exigir una manera de comportarse sexualmente?

Juan XXIII fue un sacerdote de origen campesino, con padres de sólida fe (algo ingenua y sin mucha reflexión teológica), suficiente para sembrar en corazón del niño y después joven Ángelo Giuseppe (su nombre en mundo), las condiciones para una vocación sacerdotal, primero como un párroco cualquiera, luego diplomático, obispo, cardenal y papa. Comprometido con la vida y los derechos del pueblo judío hizo significativos esfuerzos por rescatarlo de los nazis. Juan XXIII es por quien muchos católicos nos preguntábamos la demora de su canonización.

Juan Pablo II se hizo conocido por viajar por el mundo y dejar el gobierno de la Iglesia en manos de la Curia, que lo hizo muy mal en cuestiones financieras, como el Banco Ambrosiano, y morales encubriendo a obispos y sacerdotes pedófilos. Creó las condiciones para que Benedicto XVI decidiera que no tenía fuerzas para enmendar el rumbo de la Barca de Pedro. Si dejamos a un lado sus curiosos comentarios doctrinales y nos centramos en los efectos de sus acciones y omisiones, las víctimas (y los parientes de ellas), muchas de ellas católicos muy comprometidos donde los católicos no somos mayoría, el alejamiento de muchos creyentes, a causa del horror moral es grande. Es decir, aun no son tiempos de este santo. Sólo recalcitrantes lo aclamarán.

Vivimos épocas de optimismo católico mediático, el carisma de Francisco contribuye a ello, además, el ingreso de obispos, pastores y creyentes anglicanos es objeto de alegría. Pero cuidado, en USA también hubo una fuga de católicos al episcopalismo (el anglicanismo americano) debido a las tropelías de sacerdotes y obispos católicos.

Alguien puede preguntarse qué credenciales tengo para juzgar a un papa.  Sólo una,  y con esa me basta: como estoy válidamente bautizado, soy ni más ni menos que hijo de Dios.

Rodrigo Larraín
Católico

 

 


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