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Columnas de Opinión

El Bello Durmiente.

JUEVES, 22 DE AGOSTO DE 2013


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Duerme, desde hace millones de años, en su lecho de estrellas y constelaciones. La fatiga de la creación, el esfuerzo desgastante del big bang, la autocomplacencia de su obra, lo hicieron dormirse, cerrar sus ojos, dejar todo entregado a la perfección de sus leyes.

Su último esfuerzo, entre carcajadas, fue amasar barro, formar un monigote, soplarlo, hacerlo despertar y caminar, y hasta sacarle una costilla para darle compañía. Su risa obedecía a lo insoportablemente gracioso que le parecía que ese monigote fuera a pretender, corriendo el tiempo, proclamarse su hijo.

Con esa tendencia cruel de todo amo hacia su esclavo, le prohibió lo mejor, lo más delicioso, probar el fruto del árbol del bien y del mal, y meciéndose en el espacio, lo vio sufrir, retorciéndose de la risa, hasta que lo vio burlar su prohibición, lo que le pareció insoportable. Enfurecido, lo expulsó con el látigo de fuego, marcando su destino de sufrimiento. Luego, vencido  por el tedio, se echó a dormir.

Duerme, mientras su monigote, como una plaga, se reproduce, nace y muere, mientras las enfermedades lo carcomen, mientras se mata por millones en guerras interminables, mientras los niños son azotados, violentados y pasan hambre, mientras los  viejos sufren el maltrato, mientras la injusticia reina en la roca minúscula que creó como pocilga para su criatura, mientras la maldad y el dolor se asoman por doquier.

Duerme, mientras algunos de esos mismos monigotes, dominan el feudo, imponen sus leyes, castigan en su nombre, someten a los más pobres, a los más desamparados, mientras viven majestuosamente, en mansiones que recuerdan el antiguo y abandonado paraíso.

Duerme, pero no en paz, su sueño es intranquilo, por su mente milenaria pasan las atroces escenas, siente remordimientos, quisiera rehacer lo hecho, salvar su nombre mancillado y aborrecido, pero ya no puede despertar por sí solo, preso de sus propias leyes inmutables, eternas.

Duerme, sobresaltado, exhausto, en vez de descansar, se fatiga cada segundo más y más, los gritos y ayes perturban su sueño, pero cruzan su cerebro dormido, sin producir efecto alguno, mientras su monigote avanza en pos de su obra magna: destruir la pocilga que le regaló, y ¡que rápido lo hace, día a día, sin que lo pueda frenar!

Duerme, preso en su propia trampa, entre pesadillas, esperando que su monigote se acerque un día hasta su lecho de estrellas y deposite, en su boca milenaria, el beso que lo haga despertar…

 

Mario Barrientos Ossa.

Abogado y Magister en Derecho U. de Ch.

Director Revista Jurídica UAC

mboycia@123.cl



Acerca de Mario Barrientos Ossa.
Nació en Rancagua. Egresó del Instituto Nacional y cursó Derecho en la Universidad de Chile. Es Diplomado en Administración Pública y Magíster en Derecho de la misma casa de estudios. Se desempeñó como Contralor Regional y subjefe del Departamento de Estudios de la Contraloría. Posteriormente, fue Asesor Jurídico de la División El Teniente. A contar de 1994 ejerce liberalmente la profesión en su Estudio Jurídico. Fue alcalde de Rancagua y uno de los cofundadores de la Universidad Leonardo da Vinci. Fue profesor en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación y en la Universidad de Aconcagua, cuya Revista de Derecho creó y dirigió. Se desempeñó como Abogado Integrante de la Corte de Apelaciones de Rancagua.
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