La leyenda y veneración por San Lorenzo se remonta a muchos años atrás, y aún sigue vigente la tradición en el pueblo del norte de Chile conocido como “San Lorenzo de Tarapacá”; entregando el culto y folclor a su santo patrón, donde llegan sociedades religiosas y bandas de bronces de diferentes lugares del norte.
El santo nació el año 225 después de Cristo, en Huesca o Valencia (Hispania), y falleció el 10 de agosto del año 258, él fue asesinado en Roma y sepultado en la Basílica de San Lorenzo Extramuros o Casa de Dámaso, es una basílica ubicada en Roma dedicada al diácono romano y mártir “San Lorenzo”.
En Chile, su veneración comenzó en 1938, cuando sucedió un grave accidente en la oficina salitrera Rosario de Huara, y se daba a entender que San Lorenzo había castigado a esa industria salitrera, un violento incendio se había producido, donde hubo siete muertos, entre ellos, tres niños, a causa de las explosiones y la acción devastadora del incendio.
Pero el desarrollo de la noticia decía que se había producido un violento incendio el día 10 de agosto 1938, a las 17 horas. y cuya salitrera quedaba cercana al pueblo de Huara y que pertenecía a la Compañía Salitrera de Tarapacá y Antofagasta. En aquella ocasión la administración de la salitrera no había autorizado a los grupos de bailarines religiosos, ni tampoco a los trabajadores para asistir a la Fiesta de San Lorenzo de Tarapacá, porque el día anterior, 9 agosto, uno de sus jefes les había dicho que no había permiso para nadie; si no estaban en sus puestos de trabajo esa mañana, serían despedidos, y que San Lorenzo les hiciera el milagro de buscarles trabajo, pero en su oficina no. El orgullo del jefe fue apabullado por el santo, yendo al día siguiente el administrador y los grupos de baile de la salitrera Rosario de Huara, a saludar al santo patrono “San Lorenzo”.
La fe y devoción por “San Lorenzo”, es y ha sido considerado uno de los primeros archivistas y tesoros de la iglesia, el patrón de los bibliotecarios, además patrono de los mineros de Chile, y protector de los pobres.
Las últimas generaciones de devotos, gente común del pueblo y ciudades, cariñosamente se dirigen a San Lorenzo de Tarapacá en sus diálogos, como “El Lolito” o “El Lolo”.